Cuando el conocimiento se comparte… florece

CEIP San Carlos, martes, 9:17 de la mañana.

Las voces de mis niños suenan como un río de vida por los pasillos del cole. Uno de ellos me enseña una hoja seca que ha encontrado en el patio y me la entrega como si fuera un tesoro. Me sonrío. Me acuerdo. Hace unos años, viví una experiencia universitaria que todavía me acompaña: el Trueque de Saberes. Y hoy, justo hoy, la estoy recreando con mis alumnos y alumnas de segundo de primaria.


Un aula que se convierte en mercado de saberes

Las mesas están colocadas como puestos de feria. Cada peque tiene algo que ofrecer: uno enseña a doblar aviones de papel, otra recita una poesía que aprendió con su abuela, hay quien explica cómo se saluda en árabe , o cómo se hace pan en casa.



Y mientras los observo, me viene a la memoria aquella versión del trueque de saberes que hicimos en la universidad. También entonces compartíamos saberes con pasión. No había una voz que lo supiera todo: todas las voces importaban. Nos mirábamos desde la curiosidad, con respeto.

Recuerdo el taller de Margaux sobre la escuela en la Suiza rural. Nos habló de sueldos docentes diferentes, de escuelas bien equipadas, de respeto institucional. En ese momento sentí una mezcla de admiración… y de rabia.

Rabia por lo que aún nos falta. Y sin embargo, también esperanza. Porque si algo aprendí en aquel trueque fue que el conocimiento compartido mueve montañas.

Un mural para recordar que aprendemos desde el corazón

Hoy, con mis niños, creamos un mural colectivo. Dibujamos puestos de mercado, libros, frutas, señales en lengua de signos… y un gran corazón en el centro, con una frase escrita con letras de colores: “Aprender es compartir”.




Es su frase. La han dicho ellos. Y yo solo puedo emocionarme.

Recuerdo aquel speed dating pedagógico… y lo aplico a mis peques En el Trueque , también hicimos una ronda rápida de talleres: cinco minutos para compartir algo y sembrar una semilla. Lo recuerdo con ternura. Esa electricidad en el aire. Ese deseo de aprovechar cada segundo. Hoy hago lo mismo con mis niños. Les doy cinco minutos a cada grupo para enseñar algo a los demás. Uno enseña a hacer figuras con las manos, otra explica cómo cuidar a un gato.


Y sí, vuelve la magia. Vuelve esa chispa que convierte un aula en una comunidad.

Reflexiones que siguen vivas…

  1. Educaciones distintas, pero sueños compartidos
    En la universidad conocí sistemas educativos que parecían de otro planeta. Hoy, en el San Carlos, no hay pizarras digitales ni aulas climatizadas.
    Pero hay riqueza lingüística, resiliencia, diversidad. Y eso también es potencia educativa.
  2. La inclusión se vive, no se redacta
    Recuerdo el taller de Iván sobre la comunidad sorda. Hoy, aquí, usamos pictogramas, aprendemos palabras en LSE y normalizamos la diferencia.
    No lo enseñamos: lo vivimos.
  3. Innovar sin tecnología también es posible
    Hablamos mucho de aprendizaje adaptativo. Aquí lo hacemos a diario.
    No con algoritmos, sino observando quién necesita moverse para aprender y quién necesita silencio para entender.
  4. La comunidad como motor de aprendizaje
    En el trueque hablamos de participación. En San Carlos, las familias traen cuentos, cocinan para el Día de la Cultura y acompañan al aula.
    No es teoría: es tejido.
  5. Desigualdad como herida abierta… y también como impulso
    Muchos compañeros hablaron de la desigualdad. Hoy la veo de cerca.
    Pero también veo cómo el amor y el compromiso logran cosas que ningún presupuesto puede comprar.


Y lo más valioso: lo humano

Lo que más aprendí en aquel trueque no fue un contenido. Fue una forma de estar con los demás. De compartir desde la experiencia, desde la emoción, desde el deseo genuino de crecer juntos. Cierro el cuaderno de notas. Suena el timbre. Una niña me pide ayuda con su carta a su abuela en Marruecos. Un niño me enseña una piedra en forma de corazón.

Y yo solo pienso… Qué suerte la mía. Qué suerte la nuestra.

Comentarios

  1. Me han encantado tus palabras!!! Sigue publicando este tipo de cosas, que estoy muy muy muy impaciente. Vas a llegar muy lejos!

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